MEDIO AMBIENTE

¿Comiendo menos carne luchamos contra el cambio climático?

Fuente: Leszek Leszczynski/Flickr

Autor original: Mike Berners-Lee, Universidad de Lancaster. Con el actual sistema de alimentación que representa un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, cualquier cosa que implique reducir su impacto supondría una gran diferencia para el clima.

Estamos ante un sistema de ineficiencias y desechos. Los seres humanos no se limitan a comer alimentos directamente de una planta, por supuesto. Se cosecha, almacena, procesa, o se alimenta a animales que a su vez también son procesados para finalmente ser empaquetados y entregados. Cada una de estas etapas utiliza energía, lo que significa que produce emisiones.

En términos generales, el mundo cultiva alrededor de 6.000 calorías por persona al día. Eso es tres veces las 2.000 calorías que llega a consumir al día un ser un humano. Por lo que sería perfectamente suficiente alimentar a todo el mundo si lo compartiéramos, cosa que no hacemos, por lo que algunas personas pasan hambre, mientras que otros comen más de lo que sería bueno para ellos.

¿Comer menos carne implica disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero?

Entonces, ¿qué pasa con las 4.000 calorías por día que se producen en el campo y que no llegan al tener? ¿Y que tiene que ver esto con hacerse vegetariano o vegano?

Aquí, de nuevo en números aproximados, es cómo las calorías restantes pueden tenerse en cuenta:

Cerca de 900 son de residuos agrícolas, muchos de los cuales simplemente se dejan en el suelo. La oferta supera la demanda o el cultivo se considera que no cumple con los estándares de los clientes.

Fuente: Andrew/Flickr

Mejor que la carne de vacuno, al menos para el medio ambiente. Fuente: Andrew/Flickr

Cerca de 500 van destinados a los biocombustibles. Esto no es necesariamente nada malo, pero sí es algo que debemos tener en cuenta si queremos lograr un mundo bajo en carbono. Si se permitiera que las fuerzas del libre mercado actuaran por sí solas podríamos ver un gran cambio, de cultivos alimentarios a los combustibles más rentables, a expensas de la nutrición en los países más pobres.

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Alrededor de 600 calorías se pierden como residuos después de la cosecha. Esto es principalmente un problema en los países en desarrollo y es intrínsecamente solucionable, mediante la provisión contenedores sellados para mantener seca la comida.

Hasta ahora, en la historia del campo al plato, todavía nos queda un sobrante de 4.000 calorías por día que no alimentan a la gente. Alrededor de 1.700 de estos alimentan a los animales. La dieta de los animales se complementa además con una cantidad sustancial de hierba, algunos, pero no todos, de los cuales se cultivan en tierra que podría ser utilizada para producir aún más alimentos humanos.

«El consumo de carne está aumentando en los países en desarrollo»

Los animales, algunos  más que otros, añaden una ineficiencia intrínseca en la cadena alimentaria, al usar energía para cosas como caminar y mantenerse caliente (si hablamos por kilo de carne, las aves hacen esto en menor medida que las vacas, por lo que el pollo es una fuente de energía mucho más eficiente que la ternera). Tan sólo 500 calorías por persona al día son consumidas por el ser humano en forma de carne o productos lácteos. Por lo que la ineficiencia de nuestra dieta a base de carne y lácteos conduce a una pérdida de 1.200 calorías por persona al día, sin incluir la cantidad de pastos que podrían ser utilizados para cultivos de plantas comestibles. Y el consumo de carne está aumentando rápidamente en los países en desarrollo.

Para acabar con la historia, alrededor de 800 calorías se pierden durante el procesamiento, la distribución y los residuos domésticos, de los cuales el elemento más importante es la basura doméstica de los países desarrollados.

Fuente:

Gráfica que representa la huella de carbono que producen diferentes tipos de producción. Fuente: «La pregunta ardiente», Mike Berners-Lee y Duncan Clark (2013).

Visto de esta manera, el sistema mundial de alimentos parece estar lleno de oportunidades de mejora. Si somos capaces de organizarnos, que por supuesto no es nada fácil, debemos ser capaces de utilizar las nuevas tecnologías e implementar mejorar prácticas para aumentar el rendimiento y reducir la mayor parte de las 2.300 calorías que se desperdician a diario. Incluso con un aumento de la población, e incluso con el cambio climático que afecta negativamente a la fertilidad de la tierra en algunas zonas; debemos ser capaces de alimentar a todo el mundo a la vez que mejoramos la biodiversidad y el aumento de la producción de biocombustibles en cierta medida.

El consumo de animales, de la forma en la que lo estamos haciendo actualmente ejerce una presión enorme y creciente sobre el sistema de alimentación y sobre la Tierra. Si todo el mundo fuera vegetariano podríamos alimentar a varios miles de millones de personas más y duplicar la producción de biocombustibles, incluso sin tratamiento de los residuos o la mejora de los rendimientos.

«Hacerse vegetariano podría reducir la huella de carbono en un 25%»

Tenemos que preguntarnos cómo las plantas pueden llegar a ser alimentos más deseados que las vacas. Pero si tenemos que seguir comiendo carne, quizás será mejor pasarse al pollo, que produce sólo una décima parte de la huella de carbono por kilo de carne de vacuno. Esto es en parte debido a que un pollo es un productor de carne mucho más eficiente y en parte se debe a que los pollos no rumian (proceso que emite metano) y también porque las granjas no se asocian con la deforestación.

Estudios de la huella de carbono de los diferentes tipos de producción demuestran que hacerse vegetariano podría reducir la huella de gases efecto invernadero en un 25%. Sin embargo, la misma reducción se podría obtener haciendo modestas acciones: reducir la carne, cambiar el tipo de carne y por supuesto, reducir los residuos.The Conversation

El artículo ‘¿Comiendo menos carne luchamos contra el cambio climático?‘ ha sido traducido por Ciencia Today, el autor original es Mike Berners-Lee, Investigador del Centro de Medio Ambiente Lancaster, Universidad de Lancaster. Este artículo ha sido publicado originalmente en “The Conversation“. Aquí puedes leer el artículo original en inglés.

 

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