Mientras que nuestros propios genes juegan un papel en la selección de los alimentos que comemos y luego los metabolizan de una manera única, ahora estamos descubriendo que otros procesos o microbios también podrían estar involucrados.
Un estudio de Lisboa y de Monash, publicado en PLoS Biology, expandió aún más nuestra comprensión sobre la elección nutricional y sobre la libre voluntad mediante la manipulación de los microbios intestinales de las moscas de la fruta para ver cómo afectaba a sus hábitos alimenticios. El experimento consistió en el estudio de los billones de microbios intestinales que contienen todos los animales y que conocemos como el ‘microbioma intestinal’.
Recientemente nos dimos cuenta de que estos microbios son cruciales para la digestión de los alimentos, tales como los hidratos de carbono complejos, además son esenciales para la regulación de un sistema inmune normal, producen muchas hormonas y vitaminas esenciales que el cuerpo no puede producir.
Los microbios también producen sustancias químicas del cerebro, como la serotonina. Y una gama creciente de estudios en seres humanos muestran asociaciones entre una disfunción de los microbios intestinales y el cerebro y trastornos relacionados con el estado de ánimo como la depresión, la ansiedad y el autismo. Algunos estudios en animales han demostrado que estos rasgos pueden ser ‘transmitidos’ a animales estériles a través de trasplantes de microbios, lo que sugiere que estos microorganismos producen productos químicos que pueden ser la causa.
Mosca de la fruta (Drosophila melanogaster). Fuente: Nicolas Gompel/Flickr
Lo que también se ha sospechado es que los microbios individuales podrían influir en el comportamiento de su anfitrión para mejorar sus posibilidades de supervivencia evolutiva. Hay varios ejemplos en la naturaleza de esto, incluyendo muchas especies de hongos que pueden infectar el cerebro de las hormigas. Estos hongos hacen que las hormigas suban a ciertos árboles que ayudan al hongo a sobrevivir a costa de que las cabezas de estas hormigas zombies exploten, y así se difunden las esporas de los hongos en las hojas de los árboles.
Como podrás imaginar, es muy difícil probar la teoría del ‘microbio egoísta’ en los seres humanos, por lo que los investigadores portugueses utilizan las moscas de la fruta, un animal mucho más simple que se utiliza en investigación para establecer las reglas de la naturaleza, especialmente para muchos estudios genéticos. Al igual que con todos los animales, las moscas de la fruta contienen microbios en sus intestinos primitivos que coexisten y que ayudan a digerir los alimentos. Durante los períodos de estrés y durante el apareamiento, las moscas de la fruta varían en si prefieren proteínas o hidratos de carbono.
Mediante la manipulación de los microbios que se encuentran dentro de las moscas de la fruta, y utilizando moscas especiales criadas en condiciones libres de gérmenes, los investigadores descubrieron que podían alterar la elección de alimentos de las moscas, especialmente para la ingesta de proteínas. Y en ello están directamente involucrados dos microbios que actúan juntos, en este caso, Acetobacter y las bacterias del yogur Lactobacillus.
Cuando un aminoácido esencial (proteína) se agotó en la dieta de las moscas, los microbios enviaron señales a la mosca para que comiera más levadura (una fuente principal de proteína) y al mismo tiempo envían señales para que dejen de reproducirse. Esto significa que los dos microbios, que se benefician de comer algunos de los aminoácidos de la proteína de la levadura, pueden proliferar a expensas de otros microbios y ganar su carrera evolutiva.
Cómo se traduce esto en los seres humanos sigue siendo una especulación. Todos tenemos miles de especies microbianas y sub-cepas altamente especializadas y todos compiten por la comida y sus subproductos dentro de nosotros. Como nosotros, ellos sienten el impulso de querer transmitir sus genes a sus descendientes.
Sabemos que las dietas restringidas pueden alterar drásticamente el equilibrio de nuestros microbios. Por ejemplo, diez días después de comer sólo comida rica en grasas y comida basura azucarada reducen de forma importante el número de especies que sobreviven.
Zombies de los alimentos
Si una especie de microbio intestinal solamente se reproduce bien cuando tiene acceso a un tipo particular de grasa y de otra manera muere, por ejemplo, podría mutar alguno de sus genes para producir un producto químico que haga que su huésped coma más de esa grasa. Y como algunos de estos microbios se reproducen cada 30 minutos, la mutación requerida podría suceder rápidamente.
De hecho, muchos de nosotros hemos experimentado cambios en nuestro gusto y apetito cuando tomamos antibióticos. Estos podrían ser debidos a cambios en nuestros microorganismos intestinales, más que a un efecto directo del fármaco.
Aunque no tenemos pruebas directas de esta señalización microbiana en los seres humanos, y todavía no conocemos qué productos químicos están involucrados, pero podría ser un factor clave en la explicación de por qué los hábitos son tan difíciles de romper. Por ejemplo, ¿por qué es tan difícil que los consumidores de carne se conviertan en vegetarianos. Tal vez sea porque sus microbios no se lo permiten.
La buena noticia es que, a diferencia de nuestros genes, podemos modificar nuestros microbios intestinales. Al tener una dieta variada, rica en fibra y alta en polifenoles, podemos mantener una comunidad microbiana intestinal diversa y saludable y prevenir que un grupo se haga cargo de la comunidad y los someta como en una dictadura.
Y a medida que aprendemos más sobre nosotros mismos, también tenemos otra excusa para comer ese pedazo de tarta: “No son sólo mis genes, mi educación o las técnicas de marketing, si no mis microbios querían que lo hiciera”.
El artículo «¿Elegimos lo que comemos o lo hacen nuestras bacterias intestinales?» ha sido traducido por Ciencia Today. El autor original es Tim Spector, profesor de epidemiología genética en el Kings College de Londres. Este artículo ha sido publicado originalmente en «The Conversation«. Puedes leer el artículo original en inglés aquí.
¿Elegimos lo que comemos o lo hacen nuestras bacterias intestinales?