Científicos de la Universidad de Granada han demostrado que el sabor de los alimentos puede ser algo muy subjetivo y que en función de nuestro estado de ánimo, encontraremos más amargo o menos un mismo alimento. La investigación ha sido publicada en la revista Food Quality and Preference y en ella han participado 59 adultos sanos que han tenido que realizar diferentes catas en diferentes estados de ánimo.
Los autores han descubierto que según si estamos estresados, hambrientos o preocupados por nuestro peso, nos puede resultar más agradable (o desagradable) un cierto alimento. Nuestro estado anímico hará que el mismo alimento nos resulte más amargo, dulce o ácido.
Para la investigación, se han reclutado a 59 adultos sanos y se los ha dividido en dos grupos, por una parte aquellos que suelen tomar alimentos amargos y por otro lado los que no. Todos los sujetos han tenido que pasar por una serie de pruebas en las que han tenido que saborear diferentes alimentos amargos bajo diferentes estados emocionales. Los alimentos seleccionados han sido el café, el chocolate, la cerveza y el zumo de pomelo.
Científicos relacionan nuestro estado de ánimo con nuestras preferencias alimentarias
Además de los testimonios de cada participante, también se emplearon técnicas como el análisis de las expresiones faciales y se tuvieron en cuenta los indicadores del deseo de consumir, en función de si existía una conducta de aproximación o de evitación del alimento. Aquellos participantes que suelen comer alimentos amargos, como podría ser el café, tienden a encontrarlo más agradable al paladar, cuánto más estresados se sienten. Por otra parte, el chocolate, que también se considera un sabor amargo, genera aversión en aquellos sujetos que están preocupados por su peso.
Lo que han hecho los investigadores, es demostrar que existe algo más que la preferencia alimentaria básica adquirida. No sólo importa si te gusta el café o no, si no también cómo te sientes cuándo te estas tomando esa taza de café. De tal modo que han convertido algo que a priori consideraríamos estable, como son las preferencias alimentarias, en algo muy subjetivo que viene condicionado por las respuestas afectivas y el valor de recompensa de ciertos alimentos.
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Según explica el investigador principal del estudio, David García-Burgos, en un comunicado, «Estos hallazgos revelan por primera vez no sólo la implicación de los componentes afectivos-gustativos en la superación del rechazo innato al sabor amargo, sino también cómo nuestros estados psicológicos repercuten en el sabor de la comida que ingerimos«.
El autor también considera que el trabajo realizado supone un nuevo paso hacia la comprensión de los mecanismos implicados en la selección de productos amargos. Algo que ayudaría en la regulación de la conducta alimentaria, y se podrían diseñar nuevas estrategias para promover el consumo de alimentos amargos como la fruta y la verdura, hoy en día tan importantes debido a la gran epidemia de obesidad a la que nos enfrentamos.