El promedio de espermatozoides que puede producir un hombre durante toda su vida es de 525 mil millones. Aproximadamente un hombre adulto sano puede liberar entre 40 millones y 1,2 mil millones de espermatozoides en una sola eyaculación.
En contraste, las mujeres nacen con un promedio de 2 millones de folículos ovarios, que son las estructuras reproductivas que darán lugar a los óvulos. Y a partir de la pubertad, la mayoría de los folículos degeneran y sólo alrededor de 450 se convertirán en óvulos maduros para la fertilización.
La competencia de esperma es la clave
Pero si sólo se necesita un espermatozoide y un óvulo para crear un bebé, entonces ¿por qué los hombres producen una cantidad tan elevada de espermatozoides? ¿No sería menos derrochador liberar menos?
La razón de esta situación se reduce a dos palabras: la competencia del esperma. Desde la creación de los sexos, los hombres han competido entre sí para obtener la mayor cantidad de su espermatozoides lo más cerca posible de un óvulo fértil. Eso significa que hay una mayor probabilidad de que sea su esperma quien lo fertilice y no el de otro macho.
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Este tipo de competencia es un imperativo evolutivo para los machos de cualquier especie. Si el esperma de un rival fertiliza un óvulo, entonces el macho ha perdido la oportunidad de transmitir sus genes. Como premio para los mayores productores de esperma, sus genes se transmiten. Los genes de aquellos que producen menor cantidad de esperma son finalmente eliminados de la población y se convierten en una simple nota al pie de la historia evolutiva.
Pero si sólo fuera una cuestión de «más es mejor», los animales de todas las especies habrían evolucionado ridículamente para tener unos testículos grandes y poder ganar a su competencia. Pero no es tan sencillo, los números son importantes, pero también lo es la proximidad. La fertilización de un óvulo no solo depende de la cantidad de esperma que un macho pueda producir, también tienen que ser capaz de llegar hasta él.
A principios de la década de los 80, investigadores de Reino Unido y de los Estados Unidos se dieron cuenta de que tanto la proximidad como el número fueron factores importantes en la fisiología de los primates, incluidos los humanos. En las sociedades de primates con estructuras sociales muy rígidas, existe un macho dominante que se aparea con todas las hembras, por lo que sus testículos tienden a ser más bien pequeños.
No sólo es cuestión de números
Por ejemplo, los gorilas tienen unos testículos muy pequeños en relación al tamaño de su cuerpo, en las sociedades de gorilas, un macho defiende un harén de hembras para asegurar que solo su esperma es el que las fecunda. En este caso, una gran cantidad de espermatozoides no ayuda al gorila a hacer su trabajo.
En los chimpances, por otro lado, la competencia de esperma es un problema grave. Las sociedades de chimpancés están formadas por muchos machos y muchas hembras que viven en grandes manadas, por lo que las hembras tienen relaciones sexuales con muchos machos en un corto espacio de tiempo. En este caso los chimpancés macho tienen unos de los testículos mas grandes de todos los simios, lo que les da una oportunidad para ganar a la competencia.
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Los machos humanos están en una posición intermedia entre los gorilas y los chimpancés. Los testículos de un hombre son mas o menos dos veces más grandes que los de un gorila, pero seis veces más pequeños que los de un chimpancé, siempre en relación al tamaño corporal. Esto ha llevado a algunos investigadores a preguntarse si la competencia de esperma estuvo siempre presente en las sociedades humanas, o si los testículos relativamente grandes de los hombres son debidos a periodos anteriores de nuestra historia evolutiva.
