La mujer y el gato se acicalan cada rato. El refranero español nunca miente, y en el caso de nuestros amigos los felinos, el refrán es muy acertado. Los gatos son animales muy limpios. ¿Demasiado? Depende de si eres de esas personas que en cuanto se acerca a un gato empieza con los episodios de estornudos, picor de ojos y garganta, moqueo, etc. Y es que con la higiene empieza el problema. A pesar de lo que comúnmente se piensa, no es el pelo en sí lo que produce alergia, sino la saliva y la caspa.
Según recoge un estudio, el alérgeno más importante que se ha encontrado en los gatos es una proteína, la Fel 1 d, que se produce en glándulas sebáceas, anales y salivares. Al lamerse en su aseo diario, los gatos distribuyen la saliva y reparten la caspa por su pelaje. Cuando la saliva se seca, el alérgeno se dispersa, y se puede encontrar en altas cantidades en el ambiente.
La alergia a los gatos se debe a la saliva y la caspa
Sin embargo, ¡no todo está perdido para los alérgicos amantes de los mininos! Y es que no todos los gatos tienen la misma concentración de Fel 1 d en la saliva. Las hembras tienen una concentración más baja que los machos castrados, que a su vez tienen menos que los gatos enteros. Otro aspecto que influye es la raza: las personas alérgicas pueden convivir con razas como el gato siberiano, que a pesar de tener mucho pelo, tiene una concentración muy baja de alérgeno en saliva.
También es mayor el alérgeno en gatos de color oscuro y en gatos adultos. Es decir, una gatita siberiana de color claro es más probable que haga que se te caiga la baba en lugar del moco. Además de elegir un gato adecuado, hay otros trucos, basados en eliminar el alérgeno del ambiente: lavarlos con frecuencia, evitarles la entrada al dormitorio, ventilar y aspirar con frecuencia o evitar las alfombras y cojines. Y por supuesto, siempre hacer un par de “pruebas de convivencia” antes de tenerlo definitivamente.
En resumen, ser gatuno y alérgico es difícil, pero no imposible, ¡uno siempre se puede llevar el gato al agua!