Resulta que sí que podemos afirmar que somos lo que comemos, y no sólo hablamos del aspecto físico, si no que la alimentación también influye en la forma en la que pensamos y en nuestro estado de ánimo. Realmente, si lo pensamos, no somos más que una mezcla de sustancias químicas, por lo que es lógico pensar que cuando comemos lo que estamos haciendo es introducir nuevas sustancias en nuestro cuerpo que al fin y al cabo formarán parte de nosotros.
Químicamente, nuestro estado de ánimo puede definirse como un equilibrio entre determinados neurotransmisores. Un neurotransmisor es una pequeña molécula que utilizan las neuronas para comunicarse entre sí. Un neurotransmisor implicado en el estado de ánimo es la serotonina, de hecho se la conoce como la hormona de la felicidad. Los principales antidepresivos se formulan pensando en evitar la eliminación de la serotonina para así tener niveles elevados en el cerebro y mejorar nuestro estado de ánimo.
Nuestro cuerpo no es capaz de sintetizar triptófano
La serotonina se produce a partir de un aminoácido esencial que es el triptófano, nuestro cuerpo no tiene la capacidad de sintetizarlo por lo que es necesario ingerirlo de otras fuentes (carnes, lácteos, frutas y semillas) para poder sintetizar serotonina.
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Ante esto podríamos pensar que para ser felices lo que tenemos que hacer es comer alimentos que contengan triptófano hasta reventar, pero la realidad no es así. Está demostrado que por mucho triptófano que ingeramos, no aumentaremos nuestros niveles de serotonina, ya que el exceso de triptófano compite con otros aminoácidos para entrar en el cerebro.
Los Bacterias Intestinales Podrían ser la Clave para Acabar con la Obesidad
Pero lo que resulta curioso es que lo contrario no ocurre, es decir, si tenemos una dieta baja en triptófano, sí que se consume rápidamente la serotonina en nuestro cerebro. En este caso las personas aumentan su irritabilidad, pueden tornarse agresivas, tener problemas de memoria y un estado de ánimo por los suelos.
Otra cosa importante al respecto es que un estudio reciente ha demostrado que las dietas bajas en fibra y altas el azúcares refinados y grasas saturadas también afectan a nuestra salud mental. Lo que ocurre es que este tipo de dietas alteran nuestra flora intestinal y se ha visto que las bacterias intestinales regulan nuestro apetito.
¿Cuál es la clave de una buena alimentación?
Además, existen algunos tipos de bacterias intestinales que presentan cierta preferencia por alimentarse de triptófano, por lo que si tenemos un elevado número de estas bacterias en nuestro intestino, es muy probable que tengamos los niveles de triptófano bajos y por lo tanto también los de serotonina.
Esta claro que la dieta es un factor muy importante para conseguir una vida saludable y que lo que ingerimos afecta a nuestro estado de ánimo, pero… ¿Cuál es la dieta ideal? Sigue siendo una de las grandes incógnitas.
